Una fuga en una tubería. Una bombilla fundida. Una raya blanca de un paso de cebra mal pintada. Un botón de esa camisa se cae. El pájaro del segundo bulevar de ese barrio que canta todas las mañanas muere. Una señora tropieza al entrar en el portal número veintisiete. Un billete de veinte euros cae del pantalón de su dueño mientras va al trabajo y el globo de una niña explota en su rostro en ese mismo momento. Un semáforo que no funciona. Una carta en un buzón equivocado. Un autobús que pasa de largo. Un ascensor suspendido, una puerta mal cerrada. Un bote de aceitunas derramado por la cocina de la vecina del quinto. Un chicle en el zapato. Un avión que se retrasa. Un yogurt caducado. Un perfume en la chaqueta de su marido que no es el suyo. Una guitarra desafinada. Un libro perdido en uno de los bancos de ese parque. Una nota no leída en la mesa de la entrada. Un café demasiado amargo.

      Dolor de cabeza. Una tormenta de verano. Dos personas que se encuentran con los ojos en medio de la gente y que no se volverán a ver nunca. Un coche sin gasolina. Pisar una mierda. Decir: <> Una nota mal escrita en la partitura. Un reloj sin segundero, una mancha en la corbata. La primera cana. Una joya enterrada por ese perro en el jardín. Una flor sin pétalos. Una cucaracha boca arriba. Un corazón roto. Una historia inacabada. Una despedida. Una foto no planeada. Chocolate en las comisuras y bigotes de leche en ese niño. Un megáfono sin pilas. Un disco rayado, un cinturón sin hebilla. 

     Lunares y rayas. Un cuadro torcido en la pared. Ropa de color y ropa blanca mezclada en la lavadora. Comprar un helado y que se caiga. Una marioneta sin cuerdas. Un puzzle incompleto. Una operación de vida o muerte en el quirófano de la tercera planta. Una mala pasada por culpa de un cuchillo al resvalarse de su mano cuando cortaba jamón. Una picadura de un mosquito. Quemarse en la playa. Una errata en el periódico.Un aspersor descontrolado. Una decisión que tomar. Un cumpleaños que apuntar en el calendario. Cloro que se introduce en su nariz al sumergirse en la piscina. Un sueño que al despertar desaparece por completo. Dejar la nevera abierta.

      Un bolígrafo sin tinta. Los efectos secundarios de comer legumbres. Irse de viaje y no llevar cepillo de dientes. Un laberinto sin salida. Una llamada telefónica a un número equivocado. Un bote de salsa picante sin etiquetar. Saber cuál es el truco en un número de magia. Una chirla cerrada. Un intermitente mal puesto. Morderse la lengua cuando aparece una avispa. Una matrícula capicúa. Un vehículo amarillo. Hablar de forma estúpida con los bebés y los cachorros. Un atasco. Hacer siempre desayuno, comida y cena para uno. Salir de casa y empezar a llover a cántaros, meterse de nuevo en el portal y parar. Un grifo abierto. Dejarse las llaves dentro. Una muñeca sin cabeza. Un sacapuntas sin cuchilla. Un techo con goteras. Un agujero en un bolsillo. Una vela gastada, un pensamiento dicho en voz alta.

     Hay alguien, en alguna parte, a la que le está pasando algo, no se sabe muy bien el qué. Ese alguien, en alguna parte, está pensando que tiene mala suerte. Y yo me pregunto: ¿Llamamos mala suerte a aquello que no está metido en nuestros esquemas? ¿A aquello que se escapa de nuestro control?

1 comentarios:

  1. Anónimo says:

    “Buen amor y buena muerte, no hay mejor suerte”
    “Pero, no busques la suerte y seguro que te saldrá al paso.”

    Meteoro

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Asyncronnia es, ante todo, mi sitio. Como muchos, decidí crear este blog para compartir mis escritos (algunos infumables, y otros quizás valgan la pena) y conocer a personas que también son capaces de soñar. No sé a quién me dirijo. Para mí, escribir tiene dos sencillas reglas: Tener algo que decir y decirlo.

Mi mente es complicada. Le invito a entrar en ella. Sólo espero que no muera en el intento.

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Un sociólogo norteamericano dijo hace más de treinta años que la propaganda era una formidable vendedora de sueños, pero resulta que yo no quiero que me vendan sueños ajenos, si no sencillamente que se cumplan los míos.
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