Tan sólo puedo ver lo que mi mente no ha olvidado. Recuerdos que permanecen en mi memoria que, como tantos otros, pronto se desvanecerán sin más.
Evoco aquellas veladas nocturnas acompañado solamente de un papel, mi pluma y la inspiración. Añoro el mismo paisaje de cada día al otro lado de mi ventana y observar como una pincelada en mis lienzos cobraba sentido. También echo de menos las tardes en las que permanecía horas mirando al techo, imaginando aquel mundo tan soñado.
Pronuncié aquellas palabras sin miedo, aun sabiendo las consecuencias de mis actos. Lo cierto es que no me arrepiento de ello. Me mantuve callado durante mucho tiempo y ese día exploté.
No temía a la muerte ni ahora tampoco, es más, la deseo. Quiero que me libere de estos hierros oxidados que entumecen mis muñecas y tobillos.
Estoy en un lugar húmedo, sucio, oscuro. Tan oscuro que no existe la diferencia entre abrir los ojos y mantenerlos cerrados, pero eso en el fondo me es indiferente. Este es un lugar que reduce cada pensamiento al silencio, un silencio ensordecedor. Lo único que escucho es mi respiración: fuerte y entrecortada. Una respiración que fatiga.
No hay ventanas. Tan sólo existe la leve luz de las velas con las que pocas veces los guardias iluminan los pasillos, para darnos algo que no tiene sabor, que no llena, que no sacia.
El dolor físico ha sido sustituido por uno todavía más grande. Se ha transformado en una gran y pesada piedra, que a cada movimiento que hago, me aplasta un poco más. No tengo hambre, no tengo sed y tampoco necesito dormir. Ya no tengo fuerzas, no tengo ganas, no tengo nada. Faltan palabras para representar lo que ni si quiera uno sabe describir. Todo me lo han quitado de una forma tan rápida y aterradora que no me ha dado tiempo a darme cuenta de ello.
Estoy cansado de todo esto. Estoy cansado de saber que todavía vivo, que sin embargo, también estoy muerto. Cansado de encontrarme aquí y a la vez no encontrarme en ninguna parte.
No entiendo por qué aún no muero ¿Serán las ganas de ver por vez última la luz? No lo sé, pero algo me dice que mi hora se acerca y que pronto saldré de aquí.
Dos hombres abrirán la puerta y me quitarán los grilletes que unen mis pies. Al principio creeré que es un sueño, pero pronto me percataré de que no es así. Con urgencia y violentamente, harán que salga de estas cuatro paredes que aprisionan mi alma.
Comenzaremos a subir escaleras. Tropezaré varias veces, pero no llegaré a caer. Unos escalones más y quedaré cegado por el Sol. Sonreiré al ver el cielo, percibiré el aroma del pan recién hecho, y el ambiente de la plaza me devolverá algo que he perdido hace mucho tiempo.
Cesará el bullicio del gentío. Habré llegado al cadalso y entonces todo el mundo presenciará mi muerte. Veré el horror en sus rostros, el espanto que sentirán al ver mi sonrisa, mi orgullo. Tres, dos, uno. Lo último que oiré será el sonido de la cuchilla al descender.


*..Indefinida.

5 comentarios:

  1. Sabes que me encanta.
    At: Amy.

  1. Y tú sabes que a las personas que me siguen, yo las sigo a muerte :) Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras ^-^

  1. Anónimo says:

    Es precioso!!!

  1. Anónimo says:

    me encanta tu estilo, digno de felicitaciones
    =)
    att: arhade

  1. Es como si el tiempo se hubiera pausado en la oscuridad, estado de pánico sin miedo. Y cuando la luz desentumezca su agradecida piel, asomará una sonrisa testigo y prueba de que la voz que se elevo para condenarla fue libre y volverá a serlo...

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Asyncronnia es, ante todo, mi sitio. Como muchos, decidí crear este blog para compartir mis escritos (algunos infumables, y otros quizás valgan la pena) y conocer a personas que también son capaces de soñar. No sé a quién me dirijo. Para mí, escribir tiene dos sencillas reglas: Tener algo que decir y decirlo.

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Fuera de tiempo.

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Un sociólogo norteamericano dijo hace más de treinta años que la propaganda era una formidable vendedora de sueños, pero resulta que yo no quiero que me vendan sueños ajenos, si no sencillamente que se cumplan los míos.
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